Horacio Guarany, el amigo

Aquella noche de 1986, Horacio Guarany comió el primer asado en la casa de Yoyi y después volvió muchísimasas veces. En cada amanecer admiraba la belleza litoral del Río Paraná desde arriba de la barranca, tomando mate sentado en la galería de la casa de los ingleses. Observaba el puerto de La Paz y la desembocadura del arroyo Cabayú Cuatiá, como si fuera un inmenso escenario tendido a sus pies. Horacio y Yoyi tenían la misma costumbre de levantarse muy temprano y cada mañana compartían largas charlas que consolidaron una enorme amistad.

Al principio, a Yoyi le costaba vencer la barrera del ídolo. Pero Horacio se la hizo fácil. Mate va mate viene, debajo de la galería le hablaba de su vida. Recordaba sus comienzos tan humildes, con profundos sentimientos y tantos sueños, que lo hacían ver como un ser humano normal, como todos las demás. Cada tanto hacía una pausa para escuchar a los pájaros en silencio. Cuando dejaban de cantar o se alejaban volando, entonces seguía naturalmente con su relato interrumpido:

- Vos Yoyi sos un privilegiado. Amanecés todos los días en el mismo lugar, rodeado por esta naturaleza, que es una de las más lindas del mundo y con todo el panorama a los pies de esta barranca. Yo me despierto por lo menos en cien lugares distintos cada año... Hasta cuando me despierto en el barco, a veces no me acuerdo dónde estoy. Espero encontrar pronto mi propio lugar en el mundo.
Yoyi tuvo el privilegio de escuchar toda una historia de vida, contada por el propio protagonista.

El abuelo de Horacio Guarany vivía el monte del Chaco Santafecino, era un hachero sin nombre, ni apellido, ni historia. Cuando nació su hijo, lo tuvo que regalar a un carrero porque no lo podía alimentar. El carrero era de apellido Rodríguez, bautizó al bebé como propio y lo llamó Jorge. Jorge Rodriguez tuvo nombre y apellido. Pero lo metieron en un galpón, con los perros. Con el tiempo se convirtió en un indio fuerte y hermoso. Trabajaba en el monte, como hachero de la empresa británica La Forestal y vivía cerca de Las Garzas, un pueblito del Norte Santafecino. Se casó con con Feliciana Cereijo, una española de la ciudad de León.

En pleno monte del Chaco Austral, entre Guasuncho e Intiyaco, el 15 de mayo de 1925 nació el hijo número trece de un total de catorce, lo bautizaron como Eraclio Catalín Rodríguez, mejor conocido como Horacio Guarany. La mezcla de sangre Americana con la de Castilla y León, crearon a un sobreviviente de la adversidad, capaz de cantar desgarradoras historias de vida en forma de bellos poemas:

Yo traigo el grito de aquel
que no ha podido gritar
que lo que gana no le alcanza.
Yo no temo gritar porque este grito
me viene arando el corazón y el aire.
Es el mismo grito que en el Chaco
gritó mi abuelo y no lo escuchó nadie.

Desde los diez años, Horacio Guarany pasó su infancia en Alto Verde, una villa de emergencia en forma de isla sobre el Río Paraná, justo en frente de la entonces coqueta ciudad de Santa Fe, a la que se llegaba en canoa.
Vivía al lado de un boliche con olor a pueblo y prostituas que lo protegían y cobijaban. A alguna llegó a llamarla Mamá. La terrible pobreza de aquel niño no mermó su inmensa capacidad de amar:

Amo las prostitutas cuando lloran
Ellas son mis hermanas malqueridas,
y yo las amo porque están muy solas...
Amo todo lo bello, amo las calles
y los boliches con olor a pueblo
en la alta noche cuando a casa vuelvo
su luz amarillenta es un pañuelo!

A los 17 años se fue a vivir a una pensión del Barrio de La Boca en la ciudad de Buenos Aires. Tocaba la guitarra y cantaba en los boliches milongas antiguas, al estilo de José Betinotti. Pasó bastante tiempo cantando tangos, boleros y todo tipo de canciones para poder sobrevivir. A veces le daban una propina y otras lo echaban. Se tuvo que embarcar como marinero, fogonero, cocinero o lo que sea. Llegó a cantar en el boliche La Rueda. Formó parte de una orquesta que cantaba música guaraní.

Cuando la revolución de 1955 derrocó a Perón, el músico paraguayo José Asunción Flores lo afilió al Partido Comunista y poco a poco fue derivando al folklore. Cantaba canciones comprometidas con el amor, los trabajadores, las injusticias y la lucha contra todo tipo de regímenes autoritarios. Entonces llegaron sus primeros éxitos.

A los 32 años debutó en Radio Belgrano interpretando "El mensú". Grabó el primer Long Play en 1957 con el sello Allegro y se fue a un festival en Moscú. Cuando regresó del viaje ya estaban sus canciones en todas las audiciones radiales de la época, gracias a la difusión realizada por Miguel Franco.



En su viaje a la Unión Soviética, una muchacha chilena le habló por primera vez de Omar Khayyam, un matemático, astrónomo y poeta persa. Y Horacio, aunque tenía sólo sexto grado, lo leyó y empezó a conocer la magia del vino. Descubrió por qué a su padre lo volvía cariñoso, tierno. Y se hizo fanático del vino: lo adora, lo ama, lo respeta:
- Algunos dicen que soy un borracho, que vivo en pedo ¡Tu madrina! Jamás me pongo en pedo. Tomo vino, pero con calidad, no cantidad. Hay que tomar hasta que uno tiene ganas, saborear: si te emborrachás no sirve.

La primera edición del Festival de Cosquín, en un escenario sobre la ruta nacional nº 38, se realizó entre el 21 y el 29 de enero de 1961. Los primeros cantantes famosos fueron Jaime Dávalos, Horacio Guarany y Aníbal Sampayo.
En 1962, las radios argentinas comenzaron a transmitir las Nueve Lunas de Cosquín en directo. Hubo una explosión de la música folclórica con gran alcance popular, especialmente entre los jóvenes de Argentina, que se expandió por el mundo y que ha persistido en el gusto musical argentino desde entonces. En esa época inicial también se destacaron Atahualpa Yupanqui, Los Chalchaleros, Los Fronterizos, Los de Salta, Jorge Cafrune y Alfredo Zitarrosa entre otros que también supieron constituir el legendario "Nuevo Cancionero" de la década de 1960.
En 1965 Jorge Cafrune, por iniciativa propia y en contra de los deseos de los organizadores, hizo subir al escenario de entre el público a Mercedes Sosa, convirtiéndola en la sorpresa del festival. En Argentina se produjo una avalancha de grandes estrellas del folklore.

En 1972 Horacio Guarany filmó "Si se calla el cantor" con Olga Zubarry. En 1974, protagonizó "La vuelta de Martín Fierro".



Se había convertido en compositor, cantor, actor y en un ídolo de la juventud de aquella época tan revolucionaria. Los afiches del retrato del Che Guevara adornaban las paredes en casi todas las habitaciones de los estudiantes.

- Era un actor de la puta madre, pero me echaron a la mierda de la Argentina. Esos cortos de mente veían en este cantorcito a un peligroso enemigo -recordaba con tristeza.
Efectivamente, su exitosa carrera como actor cinematográfico se vió frustrada por persecuciones políticas. A principios de los 70's volvió Perón a la Argentina y al poco tiempo rompió relaciones con la izquierda. A Guarany le pusieron dos bombas en la puerta de su casa. Recibió amenazas de muerte del grupo parapolicial de extrema derecha peronista llamado Alianza Anticomunista Argentina, "La Triple A" de José López Rega. En diciembre de 1974 tuvo que partir al exilio hacia Venezuela y luego estuvo en México. Finalmente se radicó en España.

Alquiló una casa muy vieja en la ciudad andaluza de Algeciras. Cuando la estaban limpiando, tirado en un rincón, encontraron a un baúl muy viejo. Lo abrieron y entre otras cosas, adentro había... ¡un mate!...
Muy intrigado, Horacio le preguntó a la dueña de casa:
- Señora ¿Qué hace este mate acá?
- Era de mi abuelo. Durante la guerra civil, tuvo que emigrar muy joven a Argentina. Vivió muchísimo tiempo allá, se casó y formó la familia. Trabajó mucho y le fue bien, pero cuando se sintió viejo, volvió a Algeciras para morir en su tierra. Compró esta casa y a ese mate lo trajo de allá. Siempre tomaba mate en su habitación. Cuando murió lo guardamos en el baúl. Como usted es argentino, lo va a valorar y se lo regalo con mucho gusto.

Horacio se emocionó profundamente. No estaba haciendo turismo en la Costa del Sol. Era un exilado igual que aquel abuelo dueño del mate. Sus lágrimas se hicieron verso y el verso se volvió canción.



Mientras vivía en España, murió Perón y al poco tiempo los militares le hicieron un golpe de estado al desordenado gobierno de Isabel. Pero la situación de Guarany no mejoró nada, al contrario. Sufría muchísimo por tener que estar tan lejos de su tierra. Disfrutaba las visitas de otros exilados, como Héctor Alterio y el uruguayo Alfredo Zitarrosa. Pero no era suficiente.

Extrañaba tanto, que el 5 de diciembre de 1978 volvió a Argentina en pleno gobierno militar. Formalmente no estaba acusado de nada, pero el 20 de enero del 1979 le pusieron una bomba en la puerta de su casa de la calle Nahuel Huapi de Buenos Aires. No era bienvenido, pero no se atrevían a matarlo o hacerlo "desaparecer" porque era una persona muy conocida. Las acusaciones de violación a los derechos humanos contra Argentina eran muy fuertes en todo el mundo.
No lo dejaban cantar en público y estaba prohibido en radio y televisión.. Por eso se presentaba "de contrabando" en el interior, donde los controles no eran tan fuertes como en Buenos Aires. De todas maneras, muchas veces cantaba solamente un par de canciones porque llegaba el comisario para clausurar el evento.

Con el retorno de la democracia en diciembre de 1983, volvió a los medios, al material discográfico y sus presentaciones eran multitudinarias. Retornaron todos los artistas exilados y eran aclamados en todos los festivales, en todas ciudades, en todos los medios. En esa época de oro, Guarany llenó varios Luna Park.



Tenía su casa en el barrio de Coghland en Buenos Aires. La llamaba "El Templo del Vino" porque el dia de su inauguración recibió una enorme cantidad de amigos. Cerró la llave del paso de agua de la calle, vació el tanque y lo llenó con vino. Al primero que le pidió más vino de la bodega, le dijo que abriera la canilla. Cuando lo hizo no podía creer lo que veía. Una mujer que fue al baño, tiró la cadena y no entendía nada. Le gustó tanto la idea, que después hizo un segundo tanque para poder seguir sirviendo vino de la canilla.

Su primer matrimonio no resistió tantos altibajos. Dejó todos sus bienes a la ex esposa y se quedó sin casa. Compró un yate llamado "El Chiqui" y se fue a vivir en él. Subía y bajaba por el Río Paraná desde Buenos Aires hasta Asunción. En época de festivales, se instalaba temporalmente en Córdoba.

Horacio había conocido a La Paz en la década del 60, cuando se organizaban los festivales del Club Comercio. Llegaba, cantaba y se iba esa misma noche. Mucho después, cuando empezó a amarrar su yate en el puerto, se volvió uno de sus sitios preferidos en Argentina. Estaba viviendo su renacimiento artístico con mucho más fama que antes del exilio, pero el ser humano no había cambiado nada. Sus tradicionales canciones de protesta, le fueron cediendo el paso a nuevas composiciones llenas de sentimiento, que emocionaban a las viejas y nuevas generaciones. Tenía muy claro sus atributos y limitaciones:

- Soy mejor compositor que cantor. No canto bien, pero cuando canto le gusta a la gente por algo que no lo puedo explicar. Los malos críticos no entienden cómo un tipo chueco, petiso, cabezón y con una voz de boliche transmite tanto, hace vibrar. No saben qué decir, y entonces dicen que desafino.

Horacio siempre era el último en cantar en todos los festivales. Cuando terminaba, le dejaba tanta adrenalina al público, que nadie se atrevía a continuar. La gente quedaba como para irse de vuelta a la casa.
Estaba en Fiesta Anual "Serenata Cafayateña", esperando que termine el otro conjunto detrás del telón, a un costado del escenario. Como demoraban más de lo esperado, empezó a mirar el decorado del escenario con detenimiento y le llamaron la atención cinco enorme tinajas. Recordaba haberlas visto en años anteriores, pero no había tenido tiempo para observarlas con tanto detenimiento. Eran enormes, con formas graciosas, sutilmente redondeadas. Seguramente había que hacerlas con mucha habilidad, dedicación y cariño.
Horacio lo llamó al locutor oficial y le preguntó:
- ¿De quién son esas tinajas? ¿Quién las hace?
- Son del finado Cristofani, la Señora las trae todos los años.
- ¿Quién es Cristofani?
- Era un alfarero muy conocido en Cafayate. Los hijos continúan trabajando en su taller.
- ¡Cómo me gustaria tener unas tinajas como ésas! - Interrumpieron abruptamente la conversación. El otro conjunto terminó de cantar y Horacio tuvo que entrar al escenario para continuar con el festival.
Al rato, salía agotado y algo exaltado por las ovaciones que había recibido. El locutor lo esbaba esperando al costado, lo toma del brazo y le dice:
- Le presento la Señora de Cristofani.
- Mucho gusto Señora.
- Me dicen que a usted le gustan las tinajas de mi marido.
- Éstas sobre el escenario son hermosas...
- Se las regalo.
- Señora, yo no... -Pero ella lo interrumpió con firmeza:
- Mi marido hubiera querido que usted las tenga. Son suyas.
Horacio la abrazó conmovido. Año a año, las tinajas estaban sobre el escenrio, esperando en cada festival que él se las llevara, pero siempre pasaba distraído al lado de ellas ¿Cuántas cosas habría perdido en la vida por no prestar atención?... Maldita rutina, que no deja ver las cosas verdaderas, lo que es importante en la vida. No pudo pensar en otra cosa hasta que terminó una nueva canción.



Su representante era Tari Fernández de Docta Producciones. Lo llamaba por teléfono y Horacio anotaba en una libreta los lugares, fecha y hora de cada presentación. Tenía ocupado todo el año. Cuando llegaba al evento programado, siempre lo estaba esperando su conjunto y el representante, que se encargaba de cobrar el contrato. Solamente tenía que subir al escenario con su guitarra y enfervorizar al público. Su carácter alegre y jodón no lo abandonaba nunca, tanto en la vida cotidiana como frente al micrófono. No sentía la obligación de actuar en público, lo disfrutaba como un niño con juguete nuevo.

Cuando amarraba el barco en La Paz, se quedaba de ocho a diez días cada vez. Podía llegar un martes, actuaba el fin de semana y a la semana siguiente se iba a otro lado. Para cumplir con sus obligaciones viajaba en auto con Carlos o el Pelado, pero la mayoría de las veces iba con Yoyi. Salían un jueves o un viernes y volvían a La Paz los lunes a la madrugada. Si tenían que ir a menos de ochocientos kilómetros viajaban el mismo día. Pero si había una actuación más lejos, por ejemplo en Salta, entonces salían el día anterior.
En un viaje típico, salían de La Paz a las dos de la tarde para estar a las siete en Pergamino, donde actuaba a las 21 horas. Luego se iban a Arrecifes para presentarse a las 23 horas. A la una de la mañana cantaba en Junín y desde allí volvían para llegar a La Paz a la madrugada. Habían pasado 18 horas juntos en el auto. Aunque parezca mentira, los viajes se les hacían cortos. Yoyi manejaba, y hablaban de todo. Escuchaban toda clase de música: tango, folclore, clásica... y Horacio cantaba de todo. Lástima, Yoyi nunca lo grabó cuando cantaba ópera:

La donna è mobile
qual piuma al vento
muta d'accento
e di pensiero

Por supuesto, cada tanto Horacio dormía un buen rato porque tenía que llegar siempre descansado. Mientras tanto, Yoyi se concentraba en el camino y ponía en orden sus pensamientos. Era cierto que se sentía responsable llevando a una celebridad. Pero al mismo tiempo, entendió que Horacio era un amigo durmiendo en el asiento de al lado porque tenía que ir a trabajar. Guarany vendía su arte como Yoyi vendía autos. Todos eran necesarios en este mundo. La única diferencia era la fama.

Yoyi no sabía lo que era ser famoso. No se imaginaba lo molesto que era caminar por la vereda o estar comiendo en un restaurante cuando toda clase de gente desconocida se te acerca, te habla, te saluda, te abraza, te besa y quiere sacarse una foto. La mayoría es gente cariñosa, pero algunos hombres y mujeres son descarados, maleducados y nunca faltan los borrachos cargosos que no te los podés sacar de encima.
Después de sus actuaciones en Buenos Aires, algunas veces Yoyi lo acompañó a la cena después de la función. Eran mesas como de treinta personas y al final pagaba Horacio. Había toda clase de malandras bien vestidos y de buenos modales, típicos garroneros y oportunistas "amigos del campeón". Yoyi llegó a preguntarle:
- Loco ¿Vos por qué pagás esto a toda esta gente?
No tenía respuesta. Horacio nunca estaba pensando en el dinero, siempre fue un bohemio que jamás desconfiaba de nadie. Varias veces lo estafaron. Le vendieron por bueno un campo que no valía nada. No toda la gente es honesta. Algunos están más allá del bien y del mal. Los famosos son vulnerables.

Griselda era una mujer con los pies en la tierra, mucho más joven que él, con mucha fuerza y gran sentido de la realidad. Lo administraba y lo cuidaba. Le limpiaba las garrapatas deshonestas que trataan de pegarse al marido.
Tuvieron un hijo. Se llama Pancho. Es un tenor extraordinario pero no canta profesionalmente. El chico ya se recibió de piloto civil y quiere ser piloto comercial. Griselda le sacó de encima todos los borrachos, los chupamedias, los mangueros y los simples estafadores. A estas celebridades se le acerca toda la mugre de la sociedad, por eso necesitan una familia sólida y amigos verdaderos. Como tiene Horacio Guarany.

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Ya faltaban pocos años para que Horacio Guarany tuviera otro gran amigo verdadero. Se iría a vivir a una quinta de Luján. Estaba tan lejos que la llamaría "Plumas Verdes", por que quedaba en la concha de la lora.

La casa tenía un altillo que era su lugar de estar, de escuchar música, de componer y de tomar mate al amanecer. Cuando abría la ventana del altillo cada mañana, allá lejos en la carretera había cuatro eucaliptus. Tres estaban juntos y uno más separado. El árbol que estaba solo era el que recibía mas viento y se movía más fuerte... como para saludarlo cuando se levantaba temprano. Lo bautizó con el nombre de Guillermo. Y cada vez que abría la ventana, desde la semioscuridad aparecía Guillermo para saludarlo.
A los pocos días de vivir en la nueva villa, anunciaron que iban a hacer el Acceso del Oeste. Para construir la nueva autopista, tendrían que voltear todos los árboles al costado del camino. Cuando Horacio de enteró, se puso muy triste diciendo:
- Dios quiera que sean macanas...

Próximo capítulo --->

3 comentarios:

  1. EXCELENTE HISTORIA BIEN NARRADA !! UNICA EN GOOGLE !

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  2. El poeta revolucionario mas grande que tuve la dicha de escuchar...

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  3. Hoy salieron esas lagrimas del recuerdo, fui parte de este momento histórico en mi ciudad La Paz donde nací y me fui hace ya 3 décadas , fui el gurisito que limpio y mantuvo en orden limpieza el barco velero de Horacio GuaranY para mi un placer, pasaron unos años, yp ya afincado en Paranà E R. un dia de verano mes Enero de 1991 salgo de mi edificio en calle Buenos Aires y Ecuador y me dirijia a la peatonal y en ese entonces todavia existia el bar los Alpes esquina Rivadavia y Buenos Aires y pasando caminando por alli alguien me dice heyyy pibe como estas , cuando lo veo era Horacio se acordó del pibe quien les cuenta la historia le mantuvo su barco en el puerto de La Paz, no les voy a decir lo feliz que me puso. Horacio estaba con su esposa de ese momento y dos nenitas hijas de ellos , me dice veni como te llamabas vos , le digo me dicen Luli horacio ,,, luli siéntate y come con nosotros , asi lo hice y vaya fue una noche que no olvido y llevo en mi corazón un tipo de mucho amor y cariñoso un poeta de nuestra tierra Argentina, que decir de la charla que tuvimos a todo esto esa noche yo tenia tan solo 12 años cuando paso lo sucedido en alli tenia 9 años. fui un privilegiado de la vida al conocer a HORACIO GUARANY

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