Horacio Guarany en La Paz

Una tardecita de 1986 Yoyi estaba trabajando en la oficina de su segunda agencia en la calle Urquiza de La Paz. De pronto entró el Pelado Lezcano diciendo casi a los gritos:
- ¡Yermi, tu ídolo está en el puerto!
- ¿Que ídolo Pelado? - le contesta Yoyi confundido.
- ¡Tu ídolo, Guarany, está en el puerto!
- Pelado, dejá de hablar al pedo, qué va a estar haciendo Guarany en La Paz.
- ¡Estaba comprando cosas en el mercado! Anda con el taxi de "La Boga", que lo llevó de nuevo al puerto.
La Boga era Carlos Guidi, el taxista tradicional de La Paz, que en aquella época tenía un Ford Falcon de color ladrillo. El relato iba tomando sentido. Entonces el Pelado continuó:
- Está en un barco espectacular ¡Un montón de gente ya fue a verlo!
Yoyi saltó como un resorte, agarró las llaves del auto que estaba más cerca de la salida del salón y gritó:
- ¡Vamos Pelado! - y salieron los dos para el puerto, llenos de ansiedad. No siempre ocurrían cosas como ésta en La Paz.

En dos minutos llegaron al puerto. Había una multitud, que apenas dejaba ver un yate enorme anclado en el muelle. Se llamaba "El Chiqui". En la cubierta estaba parado Rudy May, un marinero alemán. Yoyi se le acerca diciendo:
- ¡Tomá estas llaves! Son de aquel auto. Decile a Guarany que puede usarlo todo el tiempo que esté en La Paz - y le entrega una tarjeta de Geminiani Multimarcas junto con las llaves.
El marinero tomó las llaves y se fue adentro del barco. Yoyi nunca supo cómo le se había ocurrido ofrecerle el auto. Fue un acto espontáneo, intuitivo...
Un minuto después, vuelve el marinero y le grita:
- ¡Vos flaco!... ¡Dice que subas! - y le abre paso hacia el yate.
- Vamos Pelado - le ordena Yoyi y los dos suben al yate. Era una nave majestuosa. Entran a una especie de living con varias personas en los sillones y Yoyi se dirige a Horacio Guarany:
- Mucho gusto, soy Yoyi Geminiani y éste es el Pelado Lezcano, su chofer para cuando lo necesite.
Horacio salta del sillón y lo recibe con un abrazo:
- ¡Gracias Hermano! ¡Acá en el interior solamente ocurren estas cosas! Te lo agradezco de corazón.
Entonces Guarany, después de saludar efusivamente al Pelado Lezcano, les empezó a presentar al resto de las personas. Estaba Griselda Reato, su actual esposa, que en ese momento se estaban conociendo. Siguió con Marcelo Simón, el famoso locutor. Finalmente les presentó al Sr. Bruno, un amigo personal, que era un empresario de Luján en la Provincia de Buenos Aires.
- Vengan todos para acá - dijo Horacio y entonces rodearón una mesa con un Jamon Ibérico en su tabla de cortar que le habían regalado desde España. Mientras cortaba fetas con el cuchillo jamonero largo y fino, ordenaba que le sirvan vino a todos, pero Yoyi pidió agua mineral. Guarany lo miró de reojo, pero no dijo nada. Se ponía el sol sobre el Río Paraná, estuvieron charlando animadamente un buen rato.
De pronto, Horacio le pregunta a Yoyi:
- ¿Qué tienen que hacer esta noche?
- Casualmente nada - responde Yoyi, usando el famoso dicho del Polilla Thompson.
- Estoy por hacer un pavo al horno. Quiero que vengan a cenar conmigo.
- Sí, por supuesto, encantado de la vida - le aceptó Yoyi la invitación.

El que estaba ocupado todas las noches era el Pelado Lezcano. Por eso, cuando llegaron a la agencia, Yoyi lo llamó a Carlos Pereyra:
- Esta noche te paso a buscar para ir a cenar - le dijo sin darle más detalles.
Cuando lo recogió con el auto, se fueron al puerto y Yoyi le pidió que suba al barco. Casi se cae de espaldas. Cuando le presentó a Horacio Guarany y sus amigos se quedó sin habla. Pero se recuperó pronto y pasaron una noche fantástica.

En el momento de servir el pavo, Horacio le pidió a Griselda que le pase una tijera de trinchar. Buscaron y buscaron, pero no había tijera de trinchar. Entonces cortaron el pavo con un cuchillo y se sirvieron todos en medio de una animada conversación. Horacio contaba que durante su exilio en Europa había visto que todos los yates tenían que pagar peaje, derecho de amarre y una serie de obligaciones, mientras que ahora podía navegar libremente por el Paraná. Además, mirando al enorme río a la luz de la luna, decía que ese escenario, único en el mundo, era un regalo de Dios.
Guarany estaba en su momento de máximo esplendor. Ya había llenado varios Luna Park en Buenos Aires y ahora estaba comiendo con ellos. Era como un sueño.
En un momento, desde la cubierta Yoyi les muestra la casa de los ingleses arriba de la barranca:
- Allá arriba está mi casa. Cuando vuelvan los espero para comer un asado.
Horacio y su comitiva estaban yendo a Paraguay, haciendo escala en todos los puertos sobre el Paraná.

Muy temprano al día siguiente, Yoyi fue al Bazar España, al lado de la tienda El Asombro y frente a La Mascota. Compró una tijera de trinchar, la hizo envolver para regalo y le puso una tarjeta con un mensaje personal.
Unos años antes, Yoyi, Polilla Thompson, Carlitos García y Cachicha Turano se habían ido en un R12 a Bariloche en un viaje relámpago de jueves a lunes. Se alojaron en la casa de un hermano de la abuela materna de Yoyi, Don Crisolino Fuentes, que a la entrada de Bariloche tenía un negocio muy grande de venta de elásticos para toda clase de camiones y colectivos. Una noche el tío abuelo le presentó a su amigo Marcelo Berbel, el autor de "La Pasto Verde" y muchísimas otras canciones que cantaban Jorge Cafrune, José Larralde y varios folkloristas renombrados de aquella época. Por supuesto que cuando se fueron sus amigos a conocer la noche de Bariloche, Yoyi se quedó en la casa, tomando vino con una picada de carne de ciervo y hablando con los viejos hasta la madrugada. Marcelo Berbel le regaló su libro "Citas y Leyendas" con una dedicatoria personal. La cita preferida de Yoyi era:

"No me digas Señor, ni Don ni nada que me pueda suponer mejor que algunos. Solo dime amigo o hermano y no me niegues si crees que merezco tu saludo"

Esto fue lo que Yoyi escribió en la tarjeta y se fue al puerto para llevarle a Horacio la tijera de trinchar. Cuando llegó al muelle, el barco ya no estaba. En la Prefectura le dijeron que habían partido una hora antes. Yoyi se fue a la agencia, lo llamó al Pelado y le dijo que vaya a Esquina, que espere el barco y le entregue el paquete a Guarany. Así llegó el regalo a destino.

Pasaron varios días, semanas, un mes y el barco no volvió más a La Paz. En la vuelta del Paraguay no habían parado. Yoyi se daba por satisfecho. Había conocido personalmente a Guarany, cenaron juntos, hablaron largamente y se llevó una tijera de trinchar con la cita de Marcelo Berbel ¿Que más podía pedirle a la vida?

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Pasaron como tres o cuatro meses. Una tardecita sonó el teléfono en la agencia y atendió Yoyi. Era un llamado de la Prefectura:
- ¿Geminiani?
- Sí.
- Te van a hablar de un barco por radio. Cuando termines de hablar decí "CAMBIO". Ahora mismo te conecto. Hablá...
- Habla Geminiani, CAMBIO.
- ¡Geminiani! ¿Te acordás que me invitaste a comer un asado? CAMBIO.
- ¿Quién habla? CAMBIO
- ¡Soy yo boludo! Horacio Guarany CAMBIO.
- ¡Horacio! Que tal, como le va CAMBIO.
- Me invitaste a comer un asado ¿te acordás? CAMBIO
- Si, por supuesto CAMBIO
- Entonces andá a comprarlo y prendé el fuego porque ya vengo por Santa Elena CAMBIO Y FUERA.

Aquella noche Horacio Guarany comió el primer asado en La Paz con Yoyi, Claudia, Carlos y el Pelao Lezcano.

Próximo capítulo --->

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