Yoyi para toda la vida

Cuando la joven madre tuvo a su primer hijo, fue un varón y lo bautizaron con el mismo nombre del padre, que era Juan Antonio. Pero ella, en su época de jovencita soñadora, estaba fascinada con la voz sensual de un galán de telenovelas de Radio Belgrano que se llamaba Yoyi. Lo "veía" hermoso. Por eso comenzó a llamar cariñosamente "Yoyi" a su propio hijo. Los demás también comenzaron nombrarlo como su madre y casi nadie recordaba cuál era su nombre legal verdadero.
Sería Yoyi para toda la vida.

La segunda fue una niña. La bautizaron Susana Beatriz. Ya tenía un casal. No se debía preocupar por nada. Era una mujer afortunada, solamente tenía que hacer crecer a sus hijos con mucho amor.
Nadie sabe todo lo que tiene hasta que lo pierde. La joven repentinamente quedó viuda y sin ingresos para mantener a su pequeña familia. En La Paz no había posibilidades de trabajo. Tuvo que tomar la decisión de irse a Buenos Aires y dejar a sus hijos en manos de sus padres, para poder girarles el dinero fruto de su trabajo. Pero en aquella época Buenos Aires estaba en el fin del mundo. Era no ver crecer a sus hijos día a día. A esa edad los niños se ven muy diferentes de un año para el otro… y ella no sería testigo de esa evolución. Se tendría que enterar de sus enfermedades por carta. No podría consolarlos cuando estuvieran tristes. Ni reír con ellos cuando estuvieran alegres. Era como morirse un poco. ¡Abandonaría el dulce fruto de sus entrañas!... Igual se fue. Hizo lo que debía hacer.

Ella tenía un tío en Buenos Aires, Ludovico Mita, que le consiguió un trabajo como operaria en el Instituto Rosenbusch de Biología Experimental Agropecuaria. El Director Técnico del laboratorio era el Dr. Bowes, cuyos hijos hoy viven en La Paz y tienen campos por la zona de San Gustavo.

Volviendo al año 1962, los abuelos Montenegro se mudaron a la casa de San Martín y Buchardo para hacerse cargo de la educación de sus nietos.

La vida de Yoyi y su hermanita cambió fundamentalmente por haber sufrido un repentino desarraigo familiar. El Padre murió y la Madre tuvo que irse lejos. Prácticamente quedaron huérfanos de un día para el otro.
Por haber sido militar, el abuelo Montenegro despertaba un respeto muy grande y educó a Yoyi con mucha rigidez. Las cosas se decían una sola vez, una sola mirada bastaba como reproche y el respeto debía ser impecable. Quizás la desventaja es que la madurez de Yoyi fue cocinada muy rápido y terminó siendo adulto al que le cuesta demostrar y expresar sus sentimientos.

Cuando Yoyi iba a cuarto y quinto grado, su abuelo lo llevaba todos los domingos a la misa de ocho, como a las nueve y media pasaban por el cementerio para visitar la tumba de su padre y luego iban al Tiro Federal, que desde 1912 era utilizado por el Grupo de Artillería 121 y también estaba abierto al público en general. Actualmente, estas instalaciones pertenecen al Club Independiente de La Paz, quien ha mantenido solamente la fachada original. La abuela le había hecho unas almohadillas para el hombro a Yoyi, porque el Máuser patea muy fuerte al disparar. Finalmente llegó a ser muy buen tirador desde la más temparana edad.

Siendo muy chico no daba problemas en el colegio porque era muy competitivo y siempre quería ser el mejor alumno. De hecho, era el abanderado en los desfiles escolares. Pero no podía entender por qué era el único al que se le había muerto el padre. Sabía que su madre debía estar lejos para mantenerlos, pero en el fondo lamentaba no tener una Mamá cerca como todos los demás.

Por suerte pudo seguir disfrutando de la compañía cercana y permanente de Dante Schaller, su mejor amigo de la infancia. Dante era rubio y de tez muy blanca, por eso Yoyi lo llamaba "Gusa", por gusano de leche. Iban juntos al colegio, compartían todos sus juegos y vivían casi todo el día, uno en la casa del otro, como si fueran verdaderos hermanos. El terreno de enfrente, donde hoy hay una pequeña placita, era de usos múltiples. Allí jugaban al fútbol, remontaban barriletes o jugaban a las bolitas hasta que se hacía de noche. Cada vez que Yoyi salía al terrenito, al rato estaba rodeado de todos los chicos del barrio. Por eso los abuelos paternos lo llamaban el "Caburé", que es una especie de lechuza y según la mitologia nativa, cada vez que canta atrae todos los demas pájaros.
En ese mismo terreno, cada 23 de Junio a la noche festejaban "San Juan". Encimaban tres neumáticos uno arriba del otro y en el centro colocaban ramas, leña, cartones y cualquier cosa que fuera combustible. Las fogatas eran espectaculares y hasta se reunían todos los vecínos.

Al terminar la primaria, junto con Dante ingresaron al Comercial Domingo Faustino Sarmiento, que en ese momento estaba en calle 9 de Julio y Belgrano. El vetusto colegio secundario estaba en tan mal estado, que al cursar el segundo año, mientras reparaban el edificio tuvieron que asistir en la Escuela Modelo por la noche.

En aquella época, en las esquinas había un foquito que alumbraba pobremente el cruce de las calles. En la ida y vuelta a la Escuela Modelo tenían que caminar como catorce cuadras en la oscuridad casi total. Iban y volvían con Héctor Yensen, el flaco Elorga y otros alumnos en grupos de tres o cuatro como para darse ánimo.

Dante tenía un hermano mayor que se llamaba Nelson. Había estudiado en la Escuela de Oficiales de la Marina y se recibió como Guardiamarina. Le contaba al hermano que había dado la vuelta al mundo en la Fragata Libertad y muchas otras cosas que encandilaban a los chicos de La Paz. Dante soñaba con seguir la misma carrera militar. Y Yoyi también quería seguir con su amigo de toda la vida.

Para comenzar la carrera militar, los chicos tenían que entrar al terminar el cuarto año del secundario. Dante y Yoyi rindieron bien el examen de ingreso. La segunda etapa era entrar por 45 días de acuartelamiento en la Escuela Naval Militar, en una isla del Delta del Rio Santiago, cerca de la ciudad de La Plata. Eran 250 aspirantes para ocupar 70 plazas de nuevos cadetes. Por lo tanto, en la Marina le daban prioridad a los aspirantes que venían de Liceos Militares. Después, como ventaja extracurricular entraban los que eran parientes de Oficiales de Marina. Al final, si sobraba algo aceptaban algunos de los demás. Lógicamente, Dante entró porque tenía un hermano oficial y Yoyi quedó fuera. Entonces se separaron las vidas de aquellos amigos de la infancia.

Cuando lo rechazaron, a Yoyi se le caían las lágrimas. Tenía 16 años y ya había sufrido la primera frustración de su vida, aunque cualquier orientador vocacional le hubiera dicho que su personalidad estaba muy alejada de una carrera militar. Solamente quería seguir junto a su amigo. Tuvo suerte que no lo aceptaran.

Su orgullo no le permitía volver a La Paz después del rechazo de la Marina. Yoyi decidió quedarse con la madre en Buenos Aires, que vivía en Argerich 2542, Tercero “C”. Era una casa en propiedad horizontal entre Arregui y Lazcano. Estaba a tres cuadras de Nazca y Álvarez Jonte, entre Villa del Parque y Devoto.

Ya habían pasado cinco años de la muerte del Papá de Yoyi y su madre volvió a formar pareja en Buenos Aires con el Sr. Carlos Pereyra, un hombre extraordinario que es su actual esposo, también entrerriano originario de la colonia de Hasenkam cerca de El Pingo. Siendo muy chico, en 1954 se había ido a la Capital y comenzó a trabajar de cadete en el Frigorífico La Pampa, que estaba al frente de donde hoy sale el Buquebus al Uruguay. Hizo una carrera extraordinaria y terminó jubilándose como gerente de la Sección Computación y Datos.

Por una cuestión de cercanía, la madre lo inscribió a Yoyi para que termine el Quinto Año en la Escuela Superior de Comercio Nº 3 “Hipólito Vieytes”, que está en la calle Gaona 1502, esquina Cucha Cucha. En aquella época era sólo para varones. Tenía una pileta climatizada y los alumnos podían practicar natación todo el año. Era un sueño hecho realidad.

El nivel de estudios y rigidez disciplinaria en Buenos Aires era mucho más fuerte que en La Paz. Yoyi al principio sentía una desigualdad ante sus compañeros con respecto al conocimiento. Para ponerse a tono con los demás, tuvo que hacer un esfuerzo extraordinario y al final solamente tuvo problemas con el nivel de inglés. La profesora que Yoyi había tenido en La Paz, enseñaba un inglés muy básico y clasificaba a sus alumnos según como se portaban en clase.

Finalmente tuvo que rendir inglés, tomó clases particulares y la aprobó. Se recibió de Perito Mercantil. Además había estudiado en La Paz, cuatro años de mecanografía con la profesora particular Quinina Aguilar. También había estudiado taquigrafía, que en aquella época era muy útil e importante para conseguir un buen trabajo.

En Buenos Aires al principio no tenía ningún amigo. Cuando volvía del colegio tenía que estar solo, pero veía televisión en Canal 7, Canal 9, Canal 11 y Canal 13. Por primera vez en su vida veía series como “El Zorro”, “El Fugitivo” y dibujos animados como “los Picapiedras”. La imagen del Canal 11 era un león que se llamaba Leoncio. Nu y Eve eran las mellicitas del Nueve. Era televisión en blanco y negro pero estaba descubriendo un mundo nuevo que no existía en La Paz.

Cuando ya hizo nuevos amigos, se encontraba con ellos para jugar al futbol en la Plaza Irlanda, que está en Donato Álvarez y Gaona. Usaban los libros del colegio como arcos. En la esquina estaba la confitería “El Ombú”, donde iban a tomar un café con leche después del partido. En frente, al otro lado de la Avenida Gaona estaba el Policlínico Bancario. Mucho tiempo después, allí lo operaron de apéndice cuando Yoyi era empleado de banco.

Durante los cuatro años que cursó el secundario en La Paz, nunca pudo ir a la fiesta del Estudiante el 21 de Setiembre porque la abuela tenía miedo que le pasara algo y ella se sentiría responsable de cualquier desgracia. Al cambiarse en el último año, tampoco pudo hacer los trabajos de juntar dinero para el viaje de estudios. Por lo tanto se perdió las dos cosas más tradicionales de un estudiante.

Al terminar el secundario, tenía que orientar su vida. Su verdadera vocación eran la mecánica y carrera de autos. Su padre –Tono - había corrido en un auto con el número “9” en modelo tipo fórmulas con ruedas expuestas que había comprado en Santa Fe. En La Paz corrían en un circuito de tierra que iba desde el Boulevard hasta la entrada del Cuartel, se entraba por la escuela 100 y volvían por la quinta de los Tedesco. Yoyi sentía la misma pasión. Entonces decidió estudiar Ingeniería Mecánica.

En 1971 fue a la Facultad de Ingeniería que está en la avenida Paseo Colón al fondo. Al entrar quedó impactado al ver las paredes todas escritas y llenas de carteles con consignas políticas de toda clase. Al tratar de llegar a la Mesa de Entradas fue abordado y avasallado por militantes de docenas de facciones políticas. Entonces decidió que no iba a perder el tiempo en semejante despelote, dio media vuelta y no volvió nunca más.

Decidió que comenzaría a trabajar. En aquella época, en Buenos Aires existían las “Agencias de Colocación” donde los interesados dejaban sus antecedentes y cada vez que se requería un trabajo de ese tipo lo llamaban para un empleo temporal. Yoyi se inscribió en una Agencia que estaba en Lavalle y Montevideo. En la esquina había una agencia de motos que se llamaba Vai-Fromeo. En aquella época el sueño de Yoyi era tener una moto. En La Paz tenía una bicicleta y disfrutaba de la libertad de andar y llegar rápidamente a todos lados. En aquel momento el ideal era una Zanella Ceccato 125. Cada vez que iba a la agencia de colocaciones se quedaba con “la ñata contra el vidrio” mirando la moto de su sueños. Nunca pudo comprarla, pero era un buen incentivo para empezar a trabajar…

Su primer trabajo, fue de cadete en Roberto Berlingieri Automotores, concesionaria de Renault y Mercedes Benz que estaba en Bulnes y Libertador. Fueron los primeros en inventar “El Mercado del Usado”. Su trabajo era lustrar autos en la mañana e ir a los bancos, que en aquella época trabajaban de tarde en Buenos Aires, desde las 12 hasta las 5 de la tarde.

Como no conocía bien Buenos Aires y tenía que ir como cadete a todos lados, su tío Ludovico Vita le aconsejo que pregunte por direcciones y como llegar a dos personajes de la época: el Vigilante de la esquina y al diariero de los Kioscos verdes. No fallaba nunca.

El segundo trabajo que consiguió en la Agencia de Colocaciones fue de Ayudante de un Técnico de Televisión. Yoyi no tenía idea de arreglar televisores, pero sacaba y ponía tornillos, le alcanzaba repuestos al Técnico y ayudaba en todo tipo de servicios simples.

Después conoció a un gran amigo: el Colorado Gurfinkel. Miraban juntos los avisos clasificados y le propuso a Yoyi inscribirse en una Agencia de Televisión para hacer un casting. No tenían nada que perder y se presentaron en la empresa “TV Advertising”. Les cobraron unos pesos y le sacaron un par de fotos para hacer unas pruebas de cámara. Había una multitud de aspirantes.

A los pocos días, lo llaman a Yoyi para hacer de “extra” en el programa “Casino” que dirigía Juan Carlos Mareco Pinocho y se emitía por el Canal 13 de Buenos Aires. Lo vistieron bien, lo sentaron en una mesa con una linda señorita frente a un vaso lleno de té y debía aplaudir cuando se lo indicaban. En ese programa cantaban Sandro, Palito Ortega y todas las estrellas del momento. También estaban los cómicos más famosos. Detrás de las cámaras había una persona que levantaba los brazos cuando tenían que aplaudir.

Después lo contrataron para hacer un programa que se llamaba “Nuestro” que se emitía por el viejo Canal 7 que estaba en el Edificio Alas. Era un programa de Luis Landrisina y los extras como Yoyi estaban en una especie de tribuna. Landrisina contaba cuentos, llevaba invitados y había un segmento cómico que hacía Guido Gorgatti. Los extras aplaudían, abucheaban o hacían todo lo que le indicaban desde atrás de las cámaras.

También trabajaban de modelo. Desfilaban caminando en las vidrieras altas de Camiserías Regards sobre la calle Lavalle. A Yoyi lo citaban siempre por ser muy alto.

Hicieron de extras una temporada completa de la Opera Aida en el Teatro Colón. Eran parte de la Guardia del Faraón. Usaban pelucas egipcias, taparrabos y sandalias. Mientras sonaban las trompetas con la marcha triunfal de Aida entraban ellos y detrás el Faraón en su litera.

En el lapso que duraba la actuación del Faraón, debían permanecer todo el tiempo en el escenario. En esa temporada ganaron bastante dinero porque les pagaban por hora de ensayo y de actuación. Mientras ensayaban la obra, Yoyi tuvo la suerte de recorrer todo el Teatro Colón por dentro, siendo testigo de lugares que jamás en la vida se hubiera imaginado que existían en ese edificio visto desde la calle. También pudo observar cantidad de guardias ocultos que asistían cuando alguna figura importante visitaba el teatro. Cuando llegaba algún presidente o figura internacional de mucha importancia, a todos los extras los palpaban de armas, los revisaban y los vigilaban hasta cuando se cambiaban.

Yoyi y el Colorado pensaban que podían llegar a ser actores. Tenían planeado hacer un curso en la Asociación de Modelos de Argentina… pero en ese momento le tocó hacer la conscripción o servicio militar obligatorio en el Ejército… la famosa “colimba”.

Yoyi tuvo que volver a La Paz. Lo sortearon y le tocó hacer el Servicio Militar en el Regimiento de La Paz. Los primeros cuarenta días tuvieron un entrenamiento infernal como se acostumbraba en aquella época. Después lo nombraron en Mayoría y lo hicieron Dragoneante, que era un grado entre soldado raso y cabo.

Desde chico había practicado el tiro al blanco cuando el Abuelo lo llevaba al Tiro Federal de La Paz. En 1972 se realizaba el famoso torneo de tiro “Caupolicán”, que era como un campeonato interfuerzas. De cuatrocientos soldados que probaron sus condiciones de tiro en La paz, seleccionaron a tres: Yoyi, Aielli y Quiñones. Los dirigía el Teniente Azcoaga y dos suboficiales: Oscar Aguiló y el Cabo Siri.

Las tres primeras competencias las ganaron y llegaron a cuartos de final. Los eliminó la Policía Militar de Rosario. Cuando volvieron después de tan buen desempeño y por buen comportamiento durante todo el año, les dieron una “licencia hasta la baja”. Y en la primera baja fueron liberados del Servicio Militar Obligatorio.

En los meses siguientes a Octubre de 1973, después de terminar el servicio militar, quedó un par de meses en La Paz, tratando de conseguir un trabajo, o cualquier otro medio de vida que le permita vivir en su propio pueblo, donde sentía ser alguien, sin pasar todo el tiempo desapercibido como en la gran ciudad.

Por aquella época, el Noroeste Entrerriano estaba tan postergado que iba para atrás. En el Departamento La Paz, durante el año 1970 vivía menos gente que en 1947. Argentina había apostado por la industrialización. Se fundó YPF, Acindar, Aluar y Petroquímica General Mosconi, entre muchos otros avances de la Industria Pesada. El campo no era redituable y Buenos Aires brillaba económicamente. En ese tiempo se despoblaba el interior y la gente se iba en masa a la gran Capital del País, especialmente los jóvenes.

Sólo el 5% de la población argentina era pobre. Había una enorme proporción de clase media. La clase alta de mega estancieros con decenas de miles de hectáreas ya casi se había extinguido en La Paz. Era un pueblo casi sin ricos ni pobres. Paradógicamente, había bastante desigualdad social. La clase media alta le hacía sentir su diferencia a la clase media baja. Las pocas familias con auto tenían mucho más status que las demás. Una casa cobraba prestigio cuando tenía una antena de veinte o treinta metros de altura para "medio ver" televisión desde Santa Fe o Paraná.

Los jóvenes eran más abiertos. Si alguien les caía bien se hacían amigos sin que les importara demasiado la capacidad económica de sus familias. Yoyi era amigo de todo el mundo. Juan Carlos Ruiz, el flaco Pezzone y Carlos Trajtemberg eran los afortunados que tenían un padre que les prestaba el auto. En más de una ocasión le pagaron a Yoyi un sandwich o un café en el viejo y legendario Bar Ideal, más conocido como "lo de Censi", que estaba en la esquina de la plaza frente a la Municipalidad. Era el lugar obligado para la previa de un baile, boliche, fiesta, o simplemente para mostrarte. Yoyi también consolidó una amistad para toda la vida con Fincho Azcarate, el Gordo Soloaga, Federico Martinez y muchos otros de su misma generación.

En aquella época empezó a funcionar LT 40 "Radio La Voz de La Paz", que hoy sigue en el mismo lugar: calle Saenz Peña casi España. Allí trabajaba Noemí Peche. Era una locutora bonita, atractiva y culta. Tenía la misma edad que Yoyi y habrían podido tener una relación sentimental importante... pero la distancia los separaría sin remedio.

Muy a su pesar, de pronto se encontró nuevamente sobre un micro camino hacia la lejana la Capital del país, con una bolsa llena de sueños por cumplir.

Próximo capítulo --->

1 comentario:

  1. Al comienzo se sintió desgarrador ,a mitad fue mas de descubrir. .al final un volver, recuentro de raíces. ..
    Me gusto como describe todo, se siente real. ..muy bueno. ..

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